lunes, 30 de junio de 2008


Jesús Ferrero vuelve con Las Fuentes del Pacífico (Siruela, 2008) a sus temas obsesivos, como la rivalidad entre hermanos o el lejano oriente que ya desarrollaba en su aclamada Belver Yin.

Intrépida novela de aventuras en los mares del sur, tiene historias de marinos y piratas, los perfumes y misterios de los puertos de Oriente y de las mujeres hermosas, y un gusto por la narración de aventuras clásicas muy entretenido.

La prosa está tamizada por una meditación poética y filosófica que dota a la aventura de un significado elevado, metáfora de la evolución de la civilización gracias al motivo de la masonería.

Lo más sugerente del libro quizás sean sus reflexiones sobre la colonización española de Filipinas y Cuba, del rastro que, para bien o para mal, España dejó en el Pacífico y en las rutas comerciales del siglo XIX.

España, o lo que es lo mismo, la obra de los españoles, siempre fue más que la piel de toro. Y sin embargo, entre traumas históricos (pérdida colonial, guerra civil, dictadura) hemos olvidado los aspectos positivos que aquella labor de dominio en ultramar pudo tener. Da la sensación que durante el siglo XX, España hubiera vivido tan solo de fronteras adentro, sin los vínculos que una vez la unieron al mundo de ultramar. Quizás sea esta novela un texto que busca reflejos en el pasado para una nueva apertura hacia afuera, en esta nueva fase neocolonial de esta mediana potencia en la que nos hemos convertido.

Pero sin triunfalismos, la historia es una tragedia.

¿Alguien conoce la gran novela española sobre la Guerra de Filipinas? ¿Está por escribirse?

martes, 24 de junio de 2008

Post Rural


Julián Rodríguez, en sus Cultivos (Barcelona: Mondadori, 2008) nos cuenta una novela autobiográfica que nunca publicó, unas memorias de infancia y juventud cuando todavía no se es viejo, una reflexión sobre la paradoja de ser posmoderno allá donde nunca llegó la modernidad. Personajes de un mundo "post-rural" llega a decir refiriendose a sus novelas. Los cultivos de Rodríguez tienen muchos injertos a modo de citas e intertextos, y, más que un taller de escritor, se muestran como un variado vivero de brotes de novela.
En las posibilidades abiertas está el acierto, pero también el peligro. Si los brotes del vivero no se transplantan, se corre el riesgo de dejar el terreno baldío. No basta con experimentar y apoyarse en numerosas guías: también hace falta salir fuera, trazar un huerto, regarlo, dejarlo crecer, expurgarlo y cosechar.
Julián es lo suficiente buen escritor como para no necesitar la cita explícita de otros autores, como para que se anime a tirar las muletas intertextuales que están de más y se lance a andar con su propio pie. Las tramas estaban ahí, faltó algo de acción, por muy peregrina que fuera. Más acá de las referencias externas, está la experiencia del extrañamiento en tierra propia que algunos compartimos. Curiosamente sus referencias vitales -Cáceres, 1998- me son muy familiares. También yo tuve a Isidoro Reguera de profesor de filosofía. No olvidaré una de sus clases en las que entró, miró por la ventana, vio el campo, miró a la clase casi vacía y dijo antes de tirar la tiza y marchar de nuevo: "¡Qué asco!" Es un gran filósofo, pero desde luego esa no fue la mejor de sus clases. No basta el título y la actitud, también es necesario batirse el cobre, dar la clase pese a todo, agacharse y coger las aceitunas. Al menos si lo que se quiere es aceite y cobrar a fin de mes de modo honrado.

¿Novela-blog? ¿Memorias-moleskine? En definitiva, una sucesión de reflexiones y apuntes de sentimentalidad y lírica dislocada... un poco en barbecho. Ánimo Julián, tienes historias por contar y puedes hacerlo bien, porque ya tienes el tono afinado. Ya conocemos tus gustos y lecturas, ahora danos la buena novela "post-rural" que estamos esperando. Sabes perfectamente que entre los barruecos de la dehesa también se puede empotrar un Chrysler en cemento armado. No nos digas lo que vas a hacer, hazlo. No nos pongas el video de la performance, actúa. Tus fans te pedimos que cojas el tractor y te pongas con los surcos, no te conformes con el barbecho y el subsidio.

jueves, 12 de junio de 2008

"Desgracia" de J. M. Coetzee



Disgrace, de J. M. Coetzee
La novela del premio Nobel sudafricano deja el final abierto y con una tenue esperanza en la posibilidad de adaptación al cambio, pero la verdad es que es un libro bastante duro, que plantea las contradicciones inherentes a la evolución vertiginosa de la sociedad post-moderna. En este caso es Sudáfrica y la situación post-Apartheid marca el conflicto mayor del argumento, pero existen en la trama otras luchas parecidas a las del resto del mundo: la convivencia, a veces complicada en algunos lugares, de un mosaico de razas y culturas no es ya patrimonio exclusivo del país africano, al igual que el hecho de la incorporación de la mujer a la esfera pública en igualdad con el hombre, la visibilidad y aceptación de las distintas orientaciones sexuales así como cierta pérdida de autoridad de las generaciones mayores. La sociedad postpatriarcal no ha eliminado los problemas de clase ni los conflictos, tan sólo ha cambiado el balance de fuerzas existente hasta entonces.
Lo más interesante de la novela, aparte del estilo descarnado y seco en el que se relatan lo sucesos, son los retratos morales que hacen cuestionarte preguntas que no tienen fácil respuesta y que demuestra la fragilidad humana en situaciones límite o críticas. Son personajes en evolución, complejos, genialmente delineados. En especial llama la atención el personaje que sostiene toda la trama. David Lurie es un profesor expulsado de la universidad por seducir a una alumna: no es simplemente un viejo verde terco y orgulloso, es también un hombre expulsado de toda posición preeminente en la sociedad por transguedir normas que son posteriores a su propia moral y educación; sin más familia que su hija, una mujer adulta que toma sus propias decisiones -equivocadas o no, pero libres- a lo largo de la novela tendrá que afrontar la perspectiva de la víctima del resentimiento racial y social contra el gran macho blanco.
Creo que la novela cuenta cómo el mundo cambia y las personas que permanecen ajenas a estas variaciones convulsas de la sociedad, caen en desgracia. Quien no entienda las complejidades de la nueva situación y las nuevas correlaciones de poder consiguientes corre el riesgo de quedar atrapado o impedido por fuerzas imprevistas en el camino. En efecto, no nos educaron para vivir en este mundo ni para que nos cambiaran las reglas a mitad de la partida, pero no queda otra opción que sobrevivir.
¿El personaje de Petrus es un trasunto de Mugabe, del racismo negro contra los blancos?

lunes, 9 de junio de 2008

El 68 que no pudo ser (por partida doble): “Campo de amapolas blancas” de Gonzalo Hidalgo Bayal



CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS
Hidalgo Bayal, Gonzalo
Tusquets Editores, 2008, 01 ed., Colección: Andanzas 660
ISBN: 978-84-8383-069-7
EAN: 978848383069
120 páginas
Rústica



Este interesante retrato generacional viene encastado en la tradición de las novelas de experiencias iniciáticas, los Bildungsromäne. Pulcramente escrita, con vuelos poéticos, por momentos, y con una visión tierna y comprensiva hacia los personajes. Entre éstos destaca, en especial, el personaje del viejo brigada de la Guardia Civil que enigmaticamente aparece en la segunda escena o capítulo. El epílogo de Luis Landero en esta re-edición de Tusquets es bastante revela las claves de lectura principales: entre las que me gustaría subrayar la maestría de la voz narrativa, que recuerda el tono (auto)irónico de las novelas picarescas -el precendente español del Bildungroman-.
Pero lo que más me ha interesado y quisiera destacar en esta entrada es la lectura sociológica o histórica de estos retratos de ficción de los hijos de la generación de la Guerra Civil, crecidos en Murania, un trasunto ficcional de la España rural del interior -Extremadura, principalmente, pero no sólo-.
Las amapolas blancas se me antoja como un símbolo de la imposibilidad o inexistencia del 68 en España, en especial en la parte del país más atrasada. A cuarenta años de los sucesos del mayo francés del 68, se está discutiendo acerca del significado de aquella revuelta juvenil y obrera que se extendió de modo transversal por todas las sociedades de la guerra fría: desde Checoslovaquia hasta San Francisco pasando por París. Son muchos los vectores históricos coyunturales que conformaron la revuelta o “revolución”, pero su carácter transversal a los dos lados del telón de acero y del Atlántico le da una dimensión generacional amplia y que se explica por la revuelta generacional contra los padres, la generación de la Segunda Guerra Mundial y creadora de la guerra fría. Se ha hablado acerca de si aquello fue revolución o revuelta, sobre si dejó huella o cambios en sus demandas utópicas, libertarias y algo fatuas.
A mí se me antoja no como rebelión, revolución o revuelta, sino como expresión hormonal de una evolución histórica lógica. La extensión de los medios de comunicación audiovisuales -el cine, la radio y la televisión-, del crecimiento de la sociedad de consumo y capitalista sólo hizo aumentar un cambio profundo en todas las estructuras sociales y culturales previas a estos cambios: de pronto las sociedades tradicionales y el orden tradicional en el que se asentaban se tambaleó por una fuerza histórica imprevista que rompía el criterio de autoridad del mundo adulto tradicional. Las modas y culturas juveniles, en Estados Unidos, desde el tiempo del rock and roll, los beatniks, los hipters, los hippies, las drogas... no fueron jamás una verdadera expresión de rebeldía, sino de afirmación de nuevas estructuras de poder que estaban minando las estructuras de poder de las sociedades tradicionales. En Estados Unidos, país sin historia, con un desarrollo capitalista de primera línea, fue el primero en sucumbir a los cambios históricos. La sociedad tradicional era más débil en este país construido sobre el mínimo común denominador de todos los emigrantes que precisamente, desde el siglo XIX y antes, querían dejar atrás sus sociedades tradicionales, estamentales, jerarquizadas según estructuras económicas “anticuadas”.
La revuelta de Praga -precisamente tan cerca del otro lado del telón, no precisamente en Siberia- se debió a que los jóvenes querían dejarse el pelo largo, tomar coca-cola y bailar rock and roll: aspiraban a equipararse a los patrones de consumo del capitalismo occidental, a la falsa libertad individual del consumidor en la sociedad de mercado industrial, la libertad de agitación y movimiento inane. Al igual que la liberación de la mujer, no llegó de la mano de la expansión de la conciencia política de la minoría feminista, sino de la imparable fuerza del mercado de consumo y su lógica de necesidades superfluas: para que la mujer pudiera consumir requería poder tener dinero que gastar sin trabas. La incorporación de la mujer al mundo laboral ha sido una sujección, de otro tipo, de las mujeres a la nueva sociedad de consumo. Los trabajadores no pedían la propiedad de los medios de producción -al menos no la mayoría que se impuso-, sólo mejoras salariales que permitieran mejorar su poder adquisitivo. No libertad sexual, sino sexo de bajo coste, sin responsabilidad ni consecuencias: ni prostitución, ni matrimonio, ni maternidad, amor libre.
Las sociedades dejaron de impulsarse y controlarse mediante la coherción y el miedo y empezaron a ser contraladas por los nuevos poderes, a través del deseo, encauzado por la publicidad y el consumo desaforado. Mantenerse al margen de este proceso -el hippie, el punkie- no fue una verdadera rebelión, sólo la confirmación de la tendencia histórica hacia el individualismo radical.
Esta es la verdadera rebeldía y significado del 68: la aparición paradójica del individuo consumista, del anhelo de libertad de posesión de productos manufacturados y perecederos, la destrucción de cualquier verdadero sentimiento u organización colectiva. La libertad de los jóvenes, de las mujeres, de la clase asalariada, desde entonces, ha sido sólo "libertad" para tomar sus propias decisiones de consumo. El ecologismo tan sólo es la expresión de la mala conciencia y nostalgia rural de esta sociedad urbana del consumo compulsivo y excesivo que nos lleva al aislamiento y la autodestrucción. El 68 sólo fue una confirmación de la evolución histórica del capitalismo consumista y tristemente jamás tuvo la fuerza para que el mundo cambiara de base: tan sólo cambió la base capitalista, de una anticuada, a una más eficaz, organizada sobre el consumo individual y no colectivo. No sólo cambió de base en occidente, sino que fue el comienzo del fin del bloque soviético, del capitalismo de estado, una forma de organización económica, menos efectiva para la concentración de capital, que la neoliberal.
Toda esta evolución, vista desde el subdesarrollo extremeño -siempre presentado como epítome del español-, es la extraña paradoja que nos presenta Gonzalo Hidalgo Bayal en su novela: el 68 fue una doble revolución fracasada para nosotros, pobres subdesarrollados de tierra de emigración.
El primer fracaso fue general, porque el 68 realmente no fue nunca una revolución, sino la imposición de nuevas estructuras de poder sobre las anteriores, del capitalismo de consumo y acumulación financiera sobre el capitalismo de base agrícola-industrial, da igual privado que estatal, anterior a la Segunda Guerra Mundial. Los primeros que estuvieron preparados para asumir los cambios históricos imparables fueron los jóvenes que buscaban la playa bajo el adoquín y que acabaron de mayores adoquinando las playas.
El segundo fracaso fue que en las zonas atrasadas como Extremadura y, en general, la España franquista, la rebeldía era inane. La existencia del franquismo tras la guerra significaba la victoria pírrica de las fuerzas de la economía tradicional sobre las fuerzas de la economía nueva, del tradicionalismo frente a la modernidad capitalista.
Lo único que pudo hacer Franco y el sector sociológico que lo apoyaba fue retrasar la llegada de la fuerza histórica imparable de la modernidad capitalista de la sociedad de consumo. Finalmente no pudo retener el cambio por mucho más tiempo y llegó, como llega siempre todo a España, tarde y mal.
Este es el doble fracaso del que se hace eco Gonzalo Hidalgo en su novela: unos chicos que anhelaban consumir productos culturales según los estándares occidentales de la modernidad -novelas, televisión, cine, música pop, alcohol, viajes, drogas-, en una sociedad todavía atrasada y que vivía este cambio cultural como un desarraigo: físico a través de la emigración, pero también simbólico en el ámbito cultural, familiar, de la amistad y existencial. El consumo, la libertad de soñar con paraísos artificiales, donde no existe ni dinero, ni tiendas, ni ciudades es tan raro y extraño como una amapola blanca. Pero en donde existe o existía, tampoco podía llenar el vacío que dejaba el mundo tradicional que se dejaba atrás. La situación necesariamente ha provocado una visión irónica y desengañada, cínica y nostálgica a ratos, cuando no una sobredosis de drogas.

miércoles, 4 de junio de 2008

LA PELIRROJA, de Fialho de Almeida, Premio de Traducción Giovanni Pontiero a Antonio Sáez en la editorial Periférica



Enhorabuena a Antonio Sáez y a Julián Rodríguez por su éxito conjunto. Hermosa colección de libros los de la editorial cacereña, bien editada y de contenidos originales de valor universal. Salud.

Tomado del blog promocional de la editorial Periférica:
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LA PELIRROJA, de Fialho de Almeida, Premio de Traducción Giovanni Pontiero
La traducción de la, a nuestro parecer, impactante novela La pelirroja, escrita por el portugués Fialho de Almeida a finales del XIX y publicada por la editorial Periférica en versión al castellano de Antonio Sáez Delgado, ha sido galardonada recientemente con el prestigioso Premio de Traducción Giovanni Pontiero, concedido por la Universidad Autónoma de Barcelona y el Instituto Camões de Portugal. Este galardón es, sin duda, uno de los premios de traducción más importantes que se conceden en España, y han sido merecedores de él hasta ahora las traducciones al castellano o al catalán de obras tan relevantes como El libro del desasosiego (Fernando Pessoa), El manual dels inquisidors (António Lobo Antunes), Nocturno mediodía: antología poética (Sofia de Melo Breyner) o El testamento del señor Napumoceno (Germano Almeida). Supone también este galardón el reconocimiento a una esforzada tarea por ofrecer desde Periférica las mejores traducciones posibles de autores fundamentales en sus países de origen. Aunque algunos hayan sido "opacados" por el paso del tiempo, Periférica trata de organizar desde su fundación, hace ahora dos años, un catálogo orgánico en el que dichos autores convivan con otros nombres reconocidos sin discusión junto a nuevos autores procedentes tanto de las diferentes literaturas europeas como de Latinoamérica. Así, conviven en ese catálogo la rumana Ana Blandiana, las francesas Odette Elina y Valérie Mréjen, el portugués Paulo José Miranda, los franceses Jules Vallès, Antoine de Rivarol y Benjamin Constant, la inglesa Mary Cholmondeley...

La pelirroja, publicada por primera vez en 1878, cuenta la fascinante historia de una joven, hija de un enterrador, víctima de sus deseos de amor, prosperidad y pasiones. Es, sin duda, una de las novelas más singulares y a­tre­vidas, por su contenido erótico y su crítica social, de la li­­te­ra­tura portuguesa del xix, y fue la primera obra maestra, inédita en español hasta hoy, de Fialho de Almeida, cuyos libros producían en Fernando Pessoa, según nos cuenta en el Libro del desasosiego, «un placer intangible».
Algunos críticos consideran a Fialho el Dickens portugués, otros el reverso de Eça de Quei­roz, y todos, el mejor retratista de la Lisboa popular.
La Pelirroja fue definida, al ser rescatada en Portugal por la prestigiosa editorial Assírio & Alvim, como parte de una «histología social» similar a la que desarrollaría más tarde en sus novelas el también médico y escritor Louis-Ferdinand Céline.
«Será raro que el lector no mire con asombro la fecha de publicación de la novela, porque en estas páginas, todo lo decimonónicas que se quiera, hay una estimulante mezcla de furia y libertad de lenguaje, una necesidad de nombrar la realidad con total crudeza, que era desconocida en otras latitudes.» (Miguel Sánchez-Ostiz, Abc), «Con una maestría insólita, le casan los altos vuelos con el fogonazo chabacano. En estas páginas no se elude la tensión erótica, la explotación y la esperanza que acarrea el sexo en una sociedad hipócrita y corrupta; la pintura de la degradación de los pobres y el contraste con el escaparate de los ricos nunca es demagógica, sólo irrebatible.» (Miguel Bayón, El País)

José Valentim Fialho de Almeida nació en Vila de Frades en 1857. Estudió medicina en la Universidad de Lisboa y tuvo, según sus biógrafos, una vida llena de sinsabores debido a las dificultades económicas que sufrió su familia y que le obligaron a trabajar desde muy joven como ayudante de botica. Fue un excelente cronista de su tiempo y reflejó como pocos la miseria que tan bien conoció; a veces de un modo sarcátisco y cruel, pero sin olvidar nunca el sufrimiento de los demás. Todavía hoy se le considera un escritor clave para comprender la compleja transición de los siglos XIX al XX en Portugal. Tra­tó en su obra temas por lo general controvertidos, y muy adelantados a su época, muchos de ellos calificados de «morbosos». Renovador de la prosa portuguesa, introdujo, además, nu­me­rosos neologismos que pronto fueron adoptados por otros escritores. Murió en 1911.

El traductor de La pelirroja, Antonio Sáez Delgado (Cáceres, 1970), es profesor titular de la Universidad de Évora. Especialista en la literatura portuguesa del cambio del siglo XIX al XX y crítico de literatura portuguesa y brasileña en El País (Babelia), es autor de los ensayos Órficos y Ultraístas. Portugal y España en el diálogo de las primeras vanguardias literarias (1915-1925) (2000) y Adriano del Valle y Fernando Pessoa, apuntes de una amistad (2002). Ha traducido obras de, entre otros, Teixeira de Pascoaes, José Luís Peixoto o Manuel António Pina.

martes, 3 de junio de 2008

Eugene Smith: Denuncia del franquismo en Deleitosa, Cáceres



"Denuncia del franquismo
Uno de los triunfos más ilustrativos de Eugene Smith fue Spanish Village (Una aldea española, 1950). Enviado por la revista Life, viaja a la aldea de Deleitosa, en Cáceres, para denunciar los problemas de aprovisionamiento en la España de los 50, en pleno bloqueo. Las autoridades franquistas lo vieron bien. Así todo el mundo sabrá de la conspiración internacional para someter a la población civil española. Smith, sin embargo, tenía otras intenciones: "Voy a intentar entrar en el pueblo español a fin de describir la pobreza y el miedo engendrado por el régimen franquista". Como era de esperar, el reportaje fue censurado por la dictadura franquista. En la imagen, la Guardia Civil, España, 1950

W. EUGENE SMITH / FUNDACIÓN BANCO SANTANDER - 2008-06-02
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Tomado de:

http://www.elpais.com/fotogaleria/Eugene/Smith/fotoperiodista/5511-4/elpgal/?aut=false

Esta es una fotografía que realmente me fascina y aterra. El encuadre cerrado, el granulado metálico del nitrato de plata y el negativo sobreexpuesto al sol implacable transmiten una atmósfera opresiva, terrorífica. Los tricornios de charol impoluto, las guerreras empolvadas por los caminos, las insignias metálicas relucientes cara al sol, esos mentones marcados, esos ojos oscuros, en sombra, junto con esas caras de brutalidad y subdesarrollo mirando de soslayo, marcan muy bien lo que fue la Guardia Civil como brazo represor de la dictadura y su desconfianza hacia el pueblo que oprimían. Una vez más Extremadura aparece como epítome del subdesarrollo, de la represión brutal y del abandono del Estado.

Por suerte hoy dia, con la democracia y el cambio generacional la Guardia Civil no es la que fue. Ahora los que aterrorizan están al otro lado, colocando, quizás un coche bomba que deje a un niño huérfano, una viuda y una madre desconsolada. Hoy son otros los agresores, los que impiden por su actitud violenta y amenazante el desarrollo normal de la vida cívica y la política. Me río de los que dicen que Euskadi estuvo oprimida durante el franquismo. ¿Alguna vez se han preguntado por qué llegaban tantos "maketos" desde el sur? Tan oprimidos no estarían cuando gente del resto de España acudían a buscarse a la vida a sus pueblos, empresas, minas e industrias. Los únicos que oprimen hoy día son los intolerantes, los violentos, los etnicistas, los que amenazan por la ridícula idiotez de su estrechez mental o sus mezquinos intereses políticos-económicos.

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